
Terminé de leer Más Platón y menos Prozac, (Lou Marinoff, Rústica, Ediciones B - 2000 ISBN 8440696841) libro que me regaló mi gran amiga Érika Anay Rodríguez Valle.
Entre otras cosas, a partir de la lectura de este autor, me queda claro que los psiquiatras y los psicólogos clínicos son imitadores del modelo médico, lo que genera infinidad de errores.
El médico diagnostica y trata enfermedades físicas; el psiquiatra y el psicólogo clínico están preparados para tratar “enfermedades mentales”. Lo entrecomillado es una simple metáfora que cada día se confunde más y más con la realidad.
Un chiste de psiquiatras aclara lo anterior: “Los pacientes que acudían temprano a su cita en la consulta eran diagnosticados como ansiosos; los pacientes que llegaban tarde, como hostiles; los que llegaban a la hora prevista, como compulsivos”.
Los trastornos médicos a menudo se denominan “síndromes”. Por ejemplo, el Síndrome Down es un grave trastorno genético que produce retraso mental y algunas deformidades físicas. El Síndrome de Tourette es un trastorno neurológico caracterizado por movimientos repetitivos, estereotipados e involuntarios y la emisión de sonidos vocales llamados tics.
¿Qué podemos decir en el caso del Síndrome de la Guerra del Golfo? Nada. No nos conduce a ninguna respuesta científica ni aclara nada. No sabemos si los que “lo padecen” fueron expuestos a alguna toxina o agente biológico. Nada.
En el DSM IV, Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales se habla de infinidad de síndromes metafóricos que causan risa y rabia. Da la impresión de que cada terapeuta inventa caprichosamente sus síndromes sin piedad ni respeto al ser humano pensante. Por ejemplo, el Síndrome del Trastorno del Aprendizaje Numérico: a un niño no le entran los números, de ninguna manera. ¿Se trata de una enfermedad psicológica? Lo dudo. Me inclino a pensar que su maestro no sabe nada de aritmética o el método que emplea está fuera de lugar.
En 1987, por ejemplo, la Asociación Norteamericana de Psiquiatría decidió, por votación, aceptar el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). Ese mismo año fueron diagnosticados con dicha “patología” cerca de medio millón de niños norteamericanos. En 1996 se estableció que más de un 10% de los escolares norteamericanos padecía dicho síndrome.Supongo que a estas alturas andamos arriba del 15%.
El medicamento para “curar” dicho “padecimiento”, el Ritalín, ha multiplicado sus ventas y sus efectos secundarios, como no tenemos una idea.
Lou Marinoff nos dice en este libro que existen otros métodos, fuera de los tradicionales, para sanar el alma, el estrés, la depresión y muchas otras enfermedades mentales. Estos métodos se encarnan en el pensamiento filosófico de los grandes pensadores.
A lo largo del libro pude encontrar geniales respuestas a muchos problemas habituales como: la manera de llevar las relaciones amorosas, de vivir con ética, de prepararse para morir, de enfrentarse a un cambio profesional y de encontrar sentido a la existencia.
Gracias, Anay, por tu bello regalo.