martes, 3 de noviembre de 2009

Un día de lágrimas


Ayer fue Día de los Difuntos.


Mis alumnos de psicología prepararon hoy un bellísimo Altar de Muertos, para recordar a Candy, compañerita del grupo, quien vivió una vida trágica y solitaria, y decidió quitarse la vida, ahorcándose en su propia habitación, hace ya algún tiempo.


El salón de clases lucía espectacular: flores de cempasúchil (Tagetes erecta), adornos de papel de china picado, velas, veladoras, imágenes de la difunta y objetos personales, comida, agua y muchas cosas más.



Expuse mi tema: “Teorías de la Personalidad”.
Definí el concepto de Personalidad (temperamento y carácter). Luego expliqué los aspectos básicos de la teoría de Freud (psicoanálisis y etapas psicosexuales), Margaret Mahler (simbiosis, separación e individuación), Erich Fromm (personalidades: receptiva, explotadora, acaparadora, vendedora y productiva), y terminé hablando sobre el Enfoque Gestáltico (el Aquí, el Ahora, el Darse cuenta, etc.).



Hubo luego un espacio para que el jurado apreciara y calificara el altar de muerto. Cada grupo hizo el suyo. Por cierto, mi grupo, fue perdedor.



Finalicé hablando de Candy. Dije a mis alumnos que fui a verla el día de su muerte. Su padre me llamó por teléfono ese día fatal para que acudiera a su domicilio particular. Me dijo que su niña estaba enferma. No dio más explicaciones. Llegué a la casa de Candy. Toqué. Me recibieron unos perros mansos y muy cariñosos. Hablé fuerte y nadie me respondió.
Me introduje a la vivienda y caminé por un corredor hasta dar con la última habitación; imaginé que ahí habría gente esperándome. Absoluto silencio.



Encontré a Candy recostada en su cama, boca arriba, con una pierna flexionada. Le hablé. No contestó. Le toqué su hombro y su frente. No hubo respuesta. No se movía. Estaba tibia aún. Abrí sus ojos y encontré el signo inequívoco de la muerte: pupilas midriáticas, enormes, paralíticas. Su corazón estaba sin vida. En su cuello tenía huellas de ahorcamiento. Luego descubrí que de una viga del techo pendía una soga gruesa y larga. Adiviné todo.


Y es que minutos antes la habían descolgado, pero ya estaba muerta.


Muchos días traje en mi mente la imagen de la niña hermosa que decidió terminar de cuajo con una existencia llena de dolor y de soledad. Tiempo atrás había perdido a su madre, colega mía, originaria de Colombia. ¿Por qué tomó Candy esta decisión? La respuesta se la llevó la niña consigo, a la tumba.


A partir de ese día prometí abrazar más fuerte, todos los días, a mis queridísimas hijas; ellas son mi tesoro y todo lo que tengo.


Así terminó el tiempo de la clase de psicología. Aproveché para comentar a mis alumnos sobre la neurosis, la depresión y el suicidio; también les comuniqué que últimamente he estado viendo en mi consultorio muchos casos de chicas de entre 12 y 15 años de edad que se automutilan. Se cortan su cuerpo con navajas de rasurar, con cuchillos o con otros instrumentos punzocortantes; se pellizcan y se provocan daño y dolor. Los especialistas dicen que esto obedece a un cuadro de depresión endógena que requiere tratamiento especializado.



Al final, me atraganté frente a mi grupo. Muchos sentimientos encontrados invadieron mi ser. Se me hizo un nudo en la garganta y lloré. No pude controlar mis lágrimas y sentí que se me partió el alma en muchos pedacitos.


Es terrible estar solo; es un verdadero infierno vivir sin amor, sin compañía, sin estímulos, sin una caricia, sin un papá, sin una mamá, sin unos hermanos, sin un amigo. Y muchos de mis alumnos están en esa situación. Sufren.

Me despedí diciéndoles: “Los quiero mucho”.


Llegué a casa con una terrible opresión en mi pecho y con una tristeza profunda, muy profunda.


Candy, donde quiera que estés, espero que estés mejor que aquí.

2 comentarios:

  1. Cuando hemos sido adiestrados a percibir el ineludible encuentro con la muerte, como una perdida irreparable, el ego vocifera miedo, dolor, tristeza y desequilibrio de todas las formas posibles.
    Si desde pequeños se nos inculcara que este acto es tan solo el desprendimiento físico de quien por siempre su esencia permanecerá con nosotros, cuántas emociones dolorosas y cargadas de tristeza nos ahorraríamos.
    A su vez, habría gozo de saber que se tuvo el privilegio de estar en contacto con un ser especial, el cual, su misión en este plano físico ha sido completada.

    Candy, como estrella en el firmamento, desde ese lugar donde te encuentras, sigues irradiando luz aún a personas que como yo, no tuvimos el privilegio de conocerte personalmente.

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  2. Tu comentario es muy significativo para mí, Mar.

    La muerte es, en síntesis, parte del proceso de vivir. Por desgracia, no tenemos una cultura tanatológica que nos ayude a comprender y aceptar con sabiduría este fenómeno ineludible que,por ser desconocido, causa tanto dolor y tantas conjeturas.

    Gracias por venir a casa, amiga entrañable.

    Felipe

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