martes, 30 de noviembre de 2010

Soneto da Saudade



















Quando sentires a saudade retroar


Fecha os teus olhos e verás o meu sorriso.


Eternamente te direi a sussurrar:


O nosso amor a cada instante está mais vivo!



Quem sabe ainda vibrará em teus ouvidos


Uma voz macia a recitar muitos poemas…


E a te expressar que este amor em nós ungindo


Suportará toda distância sem problemas…



Quiçá, teus lábios sentirão um beijo leve


Como uma pluma a flutuar por sobre a neve,


Como uma gota de orvalho indo ao chão.



Lembrar-te-ás toda ternura que expressamos,


Sempre que juntos, a emoção que partilhamos…


Nem a distância apaga a chama da paixão.



(Guimarães Rosa)

lunes, 29 de noviembre de 2010

Extraña sensación


He traído conmigo todo el día esa extraña sensación de ser el niño que fui hace miles de años, desvalido, ingenuo y con las mismas sensaciones en la piel y la misma forma de ver la vida como el pequeño niño que fui antes. Hace tanto tiempo.

Y también he percibido que soy el adolescente de hace varias décadas, con todos los sueños, las ilusiones y las creencias de aquel entonces.

¿Cómo se dejan atrás la niñez y la adolescencia, y sigue uno de largo con la vida, y se convierte en adulto, en el adulto que es, y deja de ser quien fue, y de sentir lo que sintió, y de pensar lo que pensó, y de esperar todo eso?

¿Cómo corta uno el cordón umbilical con ese ser primigenio que nos dio origen? No lo sé.

Por eso sigo llevando conmigo a esas dos criaturas que me precedieron; y por eso no crezco del todo.

Soy muchos yo, y, a veces, no sé qué hacer con esos múltiples “yoes”.

Me pongo a cantar la canción que escucho y vuelvo a descubrirme atemporal, como el yo enamorado de siempre. No cabe duda.

¿Qué le vamos a hacer?

domingo, 28 de noviembre de 2010

La fiesta del deshoje


El viento empezó a soplar a media tarde. Era un viento del Norte, fuerte, de esos que ululan en los resquicios de las puertas y ventanas, haciendo alarde de poder.

Lo esperábamos. Ahora lleva un pregón mediático que lo anuncia desde antes. Amaneció caliente y sofocante, con temperaturas muy desubicadas para la fecha.

En la calle me di cuenta de que los árboles ya están listos para la fiesta del deshoje. Las hojas macilentas se sostienen apenas de un dedito y ya no dan para más; algunas de ellas están ya en el suelo por el solo efecto de la gravedad.

Algunos árboles lucen amarillos y totalmente desahuciados, como dice la canción: “Flacos, ojerosos, cansados y sin ilusiones”.

La semana ha sido complicada. Montones de pequeños detalles convertidos en problemas se me echaron encima; pero ahí voy, con ellos a cuestas.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Plenilunio, saudade y morriña


La luna ha estado maravillosa, tanto que parece octubrina. Es enorme, con una luminosidad tan intensa que hace a la noche lucir muy clara.

Hoy ha sido un día de sensaciones. Será por la música que hoy suena más bonita y me dice más cosas.

O tal vez porque los músicos del cielo celebraron en grande recientemente.

Yo fui de la paz más hermosa hasta la nostalgia más llena de saudade; ésa que te envuelve en una morriña densa y pesada…

Hasta otro día.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Los regímenes autoritarios


Tengo conmigo el Diálogo en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu, de Maurice Joly. Lo leí hace algunos años durante unas vacaciones navideñas, en un ranchito de nombre Quililla, municipio de Guachinango, Jalisco, de donde soy originario.


Vale la pena releerlo y tomar algunas ideas centrales del panfleto que Joly escribió contra Napoleón III, a fin de entender parte de lo que estamos viviendo en el campo de la política mexicana.


Ahí podemos encontrar una buena dosis de teoría política y un dato central y relevante, escalofriante por cierto: es muy fácil convertir las instituciones democráticas en regímenes autoritarios al cien por ciento, sin necesidad de eliminar la Constitución, y, lo que es peor, con el apoyo generoso y apabullante del pueblo.


Sigue siendo, pues, un libro vigente a pesar de haber sido escrito allá por el año de 1864.
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Esta tarde, repentinamente me cayó encima una pesada melancolía al pensar en cosas tan simples como ésa de que las gentes que vivían en Guachinango en 1800 son las mismas que se agitan allí abajo, en mi amado pueblo, a mis pies, en este pedacito de México cuyo aliento, junto con el de las cosas y los animales, exhala un olor de vida renovada.