martes, 27 de octubre de 2009

Los estudiantes y el mundo de la Literatura



Con mucha frecuencia escuchamos decir que para aprender a escribir bien hay que leer, leer y leer. Ninguna persona que esté bien de la cabeza puede negar esta afirmación. Yo completaría un poco, diciendo que para leer bien es indispensable escribir, escribir y escribir.



Escritura y lectura van de la mano aunque son procesos distintos. Lectura y escritura forman una especie de binomio cuyos dos miembros se retroalimentan constantemente; viven como en un noviazgo complejo en el que los protagonistas mantienen su individualidad e independencia. A través de los años he ido descubriendo que resulta para los estudiantes más fácil y divertido, menos angustiante y tenso, acercarse a la literatura a través de la escritura.



¿Por qué esto es así? Simplemente porque los jóvenes valoran mucho sus producciones escritas. Me gusta ponerlos a escribir poemas de amor. Se sueltan. Escriben cosas que me dejan muy satisfecho por lo que dicen y por la forma como lo dicen.



Contar una anécdota, un suceso divertido; ver por escrito –lo constato todos los días en mi página de Facebook de Psicología- algo que vivieron, una reflexión propia, cualquier ocurrencia o experiencia chistosa; un cuento imaginado por ellos (o modificado a partir de un plagio), suelen conducir a resultados maravillosos en su ánimo y motivación hacia la literatura.



De esta manera resulta que la lectura se convierte en una actividad más interesante y atractiva; el joven ya no lee sólo por cumplir una orden del profesor; lee y busca respuestas, y, a medida que lo hace, va descubriendo técnicas y estilos de escritores de fama universal.
Así, Cortázar viene a convertirse en un amigo incondicional, y Benedetti en un cómplice envidiable.



Por todo esto, invito a los jóvenes estudiantes de la prepa a que escriban hasta el cansancio, y que traten de hacerlo bien, con ortografía, cuidando la redacción y, sobre todo, comunicando las ideas con claridad y precisión. Hay que consultar el diccionario cuantas veces de requiera. Hay que acercarse al profesor y preguntar, sin miedo, cómo hacer para que sus escritos tengan presencia y contenido.



Bajo esta premisa, la lectura los conducirá por el camino de la literatura. Un estudiante que escribe, tarde que temprano, habrá de buscar los libros. Y un libro siempre conduce a otro libro.
Cuando menos acordemos, el estudiante ya estará sumergido en el mundo de la literatura; y ya no lo abandonará jamás.



Los estudiantes exitosos son, por definición, buenos lectores. Los que fracasan en el bachillerato y en la carrera profesional son aquellos que nunca abren un libro ni por equivocación.


Los buenos lectores se iniciaron escribiendo y leyendo obras pequeñas y poco complicadas.


Hasta la próxima.

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